En un momento de la comida, me paré y le dije a Antonio: «Tú has disfrutado mucho pensando esta carta». No fue ni una pregunta. Estaba claro que esa carta tenía mucho juego, mucha diversión. Era una afirmación. «Pues sí, tío. Me lo he pasado en grande. He hecho lo que he querido». Antonio es Antonio Sáez, chef ejecutivo del Hotel Arts, que había pasado por El Bulli y hace no muchos años había defendido la cocina con estrella Michelin del restaurante Lasarte de Martín Berasategui antes de dar el relevo a Paolo Casagrande, luego pasó por Abu Dhabi y ahora ha vuelto a Barcelona. Esa carta es la carta del restaurante Marina, uno de los muchos espacios gastronómicos de este cinco estrellas emblemático. Y lo que ha hecho ha sido reunir platos costeros de todo el mundo en una misma propuesta gastronómica.
«Es compatible con el bañador», me había soltado antes Antonio mientras miraba hacia la piscina que hay junto a las mesas. Y, sí, son platos frescos, muy muy divertidos, con presentaciones cachondas, como esos gazpachos de pepino y manzana con espuma de cava, y de melocotón y espuma de vermut servidos en botellines y en la cubitera de champán.
Son platos para compartir, para disfrutar del clima, de las vistas (puerto olímpico, la piscina del hotel, el pez de Frank Gehry…). Casi casi para comerlos en bañador pero, ojo, que para bañarse en la piscina hay que ser cliente del hotel. Pero si jalas allí tienes parking gratuito y puedes ir al spa en la planta 43.
Disfruté mucho en el restaurante Marina, la verdad, tanto como Antonio cuando pensó y probó los platos de la carta. El taco de bogavante me pareció lo más de lo más, con un punto picante que no pasaba por encima de los sabores, todos ellos equilibrados: mango, aceite de oliva, lima y cilantro. La tortilla aguantaba el líquido y no se deshacía.
Disfruté también con el tridente de ceviches de la casa, que ganaría por goleada a la grandísima mayoría de tridentes que me pongan en la mesa. Este tridente no es la MSN (Messi–Suárez–Neymar), sino ANP: Acapulco (corvina, langostino, aguacate y salsa ketchup y cholula), Nikkei (con salmón marinado con leche de tigre con pasta de sésamo, soja y azúcar moreno) y Peruano (corvina, vieira, plátano frito y kikos). No sabría deciros cuál de los tres ceviches me gustó más, la verdad, pero los tres me parecieron de lo más elegantes y equilibrados, con un producto de primera.
También está divertida la cajita donde sirven las frituras de pescado y marisco con salsa tártara, y juguetona es la fina pizza de pollo picante con yogur y hojitas de cilantro, tan picante que hasta Antonio avisó «No es para ‘beginners’). Está hecha en un horno de leña. Igual que el tartar de atún, con una base de alga wakame, caviar de trucha y pan de algas, todo ello servido en una botella partida por la mitad; el bun bao de pato rústico con salsa hoisin y cebolleta, los helados Rocambolesc de Jordi Roca (El Celler de Can Roca)….
Todo divertido, cachondo, juguetón. Y de calidad, porque aquello es el Arts y vigilan que el nivel no baje. Eso sí, vale pasta y puedes salir de ahí pagando 50 pavos. Pero hay pocos sitios en Barcelona tan agradables, informales y con tal nivel gastronómico como este.
Y todo esto que os estoy contando, desde las 12.30 hasta las 18.00 horas aproximadamente, porque luego el restaurante Marina tiene una carta con carnes y pescados a la parrilla, y arroces. Pero como comprenderéis, después de probar todo lo que probé, me fui a casa a descansar porque mi estómago apenas daba para más.
Marina
Calle Marina, 10-21 (Hotel Arts). Barcelona.
Teléfono: 93 221 10 00.
Horario: abierto cada día de finales de marzo a finales de octubre, de 12.30 a 18.00 horas (a partir de entonces, la carta cambia con arroces y carnes y pescados a la parrilla).
Precio medio: 50 euros.